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Mostrando las entradas de marzo, 2014

21 de marzo

Estás muerto, papá; lo sé. No tengo esperanzas de que de alguna manera, mágica o física, puedan llegar a ti mis palabras o mis pensamientos; pero eso no hace mucha diferencia, porque en tu vida realmente intercambiamos pocas palabras. No fuiste dado a ellas, al menos no conmigo y menos para pedir. Me diste a entender claramente que no esperabas nada de mí: "No quiero nada de ustedes. Su obligación es darle a sus hijos, como la mía es darle a ustedes". Ahora me doy cuenta, sin embargo, que esperabas sin esperar. Que las pocas cosas que te di, cuando te alcanzó mi adultez, te hicieron feliz; que te hubiera hecho más feliz si te hubiera dado más, un poco más; pero no fue así y no tiene remedio. En el cajón de mis hubiera se quedaron tus zapatos, tus pantalones, tus guayaberas, tus brandis. Me consuela recordar que de niño te rasqué las espaldas, te quité los zapatos y los calcetines muchas veces. Que te hice feliz en esos pocos momentos en que fui tu hijo, como cuando jugaba