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Mostrando las entradas de 2015

Ella corre feliz

Son como las nueve y media de la noche en la intersección de las avenidas Adolfo López Mateos y Mariano Otero. Regreso cansado a casa; me detengo y espero a que el semáforo se ponga en verde. Ella trata de vender sus mazapanes al conductor del auto delante del mío, sin conseguirlo, y se encamina hacia mí. Tiene como once años y me inspira tristeza, mi cansancio de adulto reflejado en el trabajo nocturno de una niña. —¿Me compra un mazapán? —¿A cómo los das? —A tres por diez, ya para irme. Saco dos monedas de cinco pesos de mi bolsillo y se las doy. Ella me entrega los tres mazapanes que quedan en su caja. Empieza a caminar. El semáforo está en verde y avanzo. Ella corre y brinca. Volteo y alcanzo a ver una sonrisa en su rostro. Mi cansancio desaparece y mi corazón se llena de algo que lo hace muy sensible.

El Espejo

      —No entiendo —dijo el médico— ¿Por qué una persona como usted habría de sentirse tan mal?       Tenía sentido la pregunta. Miguel Jiménez no tendría por qué sentirse así; pero así se sentía y cada semana era peor. El peso creciente sobre su pecho le hacía más difícil la respiración. La contracción de sus intestinos le producía ese dolor sordo que en ocasiones casi le provocaba el vómito. El abandono de su cuerpo de toda vitalidad más allá de la indispensable para la subsistencia y ese hormigueo en su piel lo hacían sentir tan frágil.       —No lo sé —contestó, con voz cansada.       Había venido para que le dijeran si algo estaba mal en su cuerpo, no para platicar de su vida personal. No servía para nada. Ya había consultado a varios psicólogos y había sostenido largas pláticas con ellos, muy interesantes algunas; pero a fin de cuentas todos acabaron desilusionándolo.       —El problema con usted es que es muy inteligente —le había dicho el último de ellos— y usa su inteligen