El día de ayer mi hermano me hizo el enorme favor, cerca de mi media centena, de recordarme una promesa hecha en mi veintena y que he cumplido cuando mucho a medias. Gracias Flaco. – ¿A donde marchas viajero? – Yo voy hacia las montañas. – Eres distinto viajero, no sigues las sendas planas. No sabes lo que te espera camino de las montañas; allá sólo acampan piedras, polvo, sudor y lágrimas. – Ha mucho tiempo he andado por esas tus sendas planas; de alfombras de pasto verde con perlas por las mañanas. He sido de los que sueñan con una casita blanca, una mujer que los ame, dinero, poder y fama. – ¿Por qué te marchas, viajero, entonces a las montañas? ¿Qué te hace dejar tus tierras, tus sueños y tus mañanas? – No quiero ser de los poetas que sólo tienen palabras; quiero ser de aquellos hombres que miran, piensan, y callan. No quiero ser uno más que vive en las tierras planas; quiero ser de los viajeros que suben a las montañas. Que las carnes se me rom
Colección incoherente de letras sueltas