La investigación de cinco personas desparecidas (cuatro jóvenes y un adulto) en la ciudad de Guadalajara, en diciembre del año pasado, llevó al hallazgo de los cinco cuerpos enterrados en las instalaciones de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG). Las pesquisas llevaron a unos cuantos jóvenes miembros de la FEG que habían ayudado en la tarea de acarrear y enterrar a las víctimas, aún con vida, y luego los autores de los crímenes fueron identificados y uno de ellos (Gerardo Flores Gómez, alias “El Tatuado”) se entregó en febrero de este año, para luego morir misteriosamente a las pocas semanas.
La importancia de esta serie de acontecimientos, dada su horrible crudeza por la nociva participación de jóvenes en ellos, así como por la historia de la FEG y sus vínculos con numerosos personajes públicos en la ciudad y el estado, me llevó a definir una alerta en Google de modo que hasta la fecha recibo avisos de noticias que involucran a la FEG. Solamente para darme cuenta cómo la discusión se movió rápidamente de los jóvenes asesinados, sus enterradores y sus asesinos a ¡qué vamos a hacer con el edificio de la FEG!
Cuatro jóvenes fueron asesinados en la FEG. Otros tantos jóvenes cavaron sus fosas y los enterraron aún con vida. Uno de los asesinos se entrega y probablemente fue asesinado también; pero todo lo que parece interesar a los políticos y otros personajes públicos del estado, incluyendo al actual rector de la Universidad de Guadalajara es ¡qué vamos a hacer con el edificio de la FEG!
Claramente es una maniobra para desviar la atención de la FEG y los múltiples asesinatos y desapariciones asociados con ella a lo largo de su historia. Un amigo me comentó que si hubieran seguido escarbando en los terrenos de la FEG seguramente hubieran encontrado muchos cadáveres más, de jóvenes que hoy podrían estar construyendo el presente y futuro de nuestro país.
Pero no lo hicieron. Al contrario, taparon la fosa con la discusión sobre ¡qué vamos a hacer con el edificio de la FEG!
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