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Mostrando las entradas de 2014

La lógica de Telcel

—¡Buenos días! Bievenido a Telcel. Mi nombre es ... ¿Con quién tengo el gusto? —Con ... —Buenos días ... ¿En qué puedo servirle? —Hace un par de días recibí un mensaje de un servicio de Cine SIN COSTO (8118), que dice que es gratuito pero luego genera cargos a mi saldo en Telcel. Lo cancelé hace poco más de quince días por eso y ahora me volvieron a iniciar el servicio. ¿Qué puedo hacer para cancelarlo definitivamente? —Espere un momento por favor... (se repite dos o tres veces) —Gracias por esperar. Actualmente no existe ninguna inscripción registrada en su cuenta. Le sugiero hablarnos en dos o tres días, a ver si ya aparece algo y podamos realizar alguna acción. —Gracias, pero lo que yo no entiendo es cómo es que me pueden inscribir a un servicio y luego empezar a cobrarme sin ninguna autorización de mi parte. —Dicho servicio no lo ofrece Telcel, sino una compañía externa. —Exacto. Ese es el problema: cómo es que Telcel acepta que una compañía externa se cobre de mi saldo sin

Podridos

Podridos andamos por la vida luciendo nuestra pestilencia. Dominados por la ambición o el conformismo, sin conciencia. Podridos los medios, quien los obedece, usa y amamanta. Podrida la iglesia sacrosanta. Triste nuestra tierra ahora podrida. De peste, sin luz ni eco, invadida. ¡Cómo duele ver un árbol caído! La madera de años idos ahora fofa y sin sonido. ¡Cómo duele ver un árbol podrido!

Desde la banca

La veía todas las semanas, sentada en la banca mientras su hijo jugaba futbol americano y su hija corría por todo el campo como estrella fugaz. El tiempo parecía caminar despacio a su alrededor, como si no quisiera hacer ruido, no alterar la placidez que ella inducía en la brisa fresca de la tarde, que hacía murmurar los árboles. Ni siquiera la férula en turno parecía cambiar las cosas; ni lo hicieron su embarazo ni su bebé, que dormía a su lado en su cuna portátil. Era como una puerta abierta al campo en medio de la ciudad. Me enteré que se cayó y que la caída le quitó las fuerzas para vivir. Quizás la férula en turno hubiera sido demasiado grande y demasiado rígida. Tal vez el dolor fue insoportable. Quizás simplemente se dejó llevar, para no alterar el orden del Universo. Ahora el tiempo corre deprisa, como si no hubiera nada que lo hiciera detenerse en esa banca. El ruido y el silencio, coludidos, borran nuestras memorias. La puerta se ha cerrado y la ciudad reclama su espacio.

La foto

Tengo una foto de mi hijo en mi computadora que todos los días me mira cuando la enciendo, me obliga a pensar sobre lo que soy y lo que quiero ser y me provoca hacer algo distinto, o lo mismo de forma diferente. Hoy simplemente quiero agradecer. Gracias hijo por ser quien eres. Por haberme hecho sentir tan grande y últimamente tan pequeño. Por tu mirada inquisitiva y tu crítica inocente, tan dura y tan amorosa a la vez. Por compartir conmigo sin querer y dejarme ver el fondo de tu corazón. Porque sé que estás ahí y cuando llegue el día me abrazarás y me dirás que me quieres. Porque tengo la esperanza que estés ahí cuando yo haya partido, me recuerdes y pienses que, a final de cuentas, no he sido tan mal padre. Porque mi andar será tu andar, mi pensar tu pensar y mi sentir tu sentir. Porque algún día tendrás un hijo, lo tomarás de la mano y le hablarás de mí.

21 de marzo

Estás muerto, papá; lo sé. No tengo esperanzas de que de alguna manera, mágica o física, puedan llegar a ti mis palabras o mis pensamientos; pero eso no hace mucha diferencia, porque en tu vida realmente intercambiamos pocas palabras. No fuiste dado a ellas, al menos no conmigo y menos para pedir. Me diste a entender claramente que no esperabas nada de mí: "No quiero nada de ustedes. Su obligación es darle a sus hijos, como la mía es darle a ustedes". Ahora me doy cuenta, sin embargo, que esperabas sin esperar. Que las pocas cosas que te di, cuando te alcanzó mi adultez, te hicieron feliz; que te hubiera hecho más feliz si te hubiera dado más, un poco más; pero no fue así y no tiene remedio. En el cajón de mis hubiera se quedaron tus zapatos, tus pantalones, tus guayaberas, tus brandis. Me consuela recordar que de niño te rasqué las espaldas, te quité los zapatos y los calcetines muchas veces. Que te hice feliz en esos pocos momentos en que fui tu hijo, como cuando jugaba

Promesa

El día de ayer mi hermano me hizo el enorme favor, cerca de mi media centena, de recordarme una promesa hecha en mi veintena y que he cumplido cuando mucho a medias. Gracias Flaco. – ¿A donde marchas viajero? – Yo voy hacia las montañas. – Eres distinto viajero, no sigues las sendas planas. No sabes lo que te espera camino de las montañas; allá sólo acampan piedras, polvo, sudor y lágrimas. – Ha mucho tiempo he andado por esas tus sendas planas; de alfombras de pasto verde con perlas por las mañanas. He sido de los que sueñan con una casita blanca, una mujer que los ame, dinero, poder y fama. – ¿Por qué te marchas, viajero, entonces a las montañas? ¿Qué te hace dejar tus tierras, tus sueños y tus mañanas? – No quiero ser de los poetas que sólo tienen palabras; quiero ser de aquellos hombres que miran, piensan, y callan. No quiero ser uno más que vive en las tierras planas; quiero ser de los viajeros que suben a las montañas. Que las carnes se me rom