Pocos años han sido más difíciles que este para mí; pero también pocos tan esperanzadores. Ha sido, por una parte, un año de toma de consciencia de varios de mis errores, faltas, malos hábitos y limitaciones —si bien seguramente muchos permanecieron ocultos. Conciencia de mi edad y de mi falta de madurez, de la manera en que consistentemente he evadido asumir mi rol en mi familia, en buena parte debido a la constelación a la que pertenezco, de la cual también tuve la oportunidad de tomar conciencia; pero también, necesariamente, por decisión propia.
Laboralmente, fue el año de llegar a los límites y observar claramente cómo era sobrepasado por mis obligaciones, contratadas y adquiridas; por mis compromisos, mis proyectos y los requerimientos para ser compensado por mi labor. Me he sentido inútil, ineficiente, un caso más del Principio de Peter. Me queda claro que soy un pésimo administrador y un gestor ineficiente, como lo demuestra el estado de mis proyectos.
Por otra parte, me ha quedado claro que está en mis manos la posibilidad, por mínima que sea, de cambiar el destino dictado por mi constelación. Ha sido el año de quedar en paz con mis padres, de recoger mis monedas y estar en condiciones de luchar porque no se repita nuevamente el patrón familiar disfuncional al que tanto he temido en mi vida. El año de reafirmar algunas de mis buenas prácticas y de hacer algunos ajustes a las malas que han tenido buenos resultados; de observar que hago algunas cosas bien y otras muy bien. Llegué incluso a ¡bajar una talla en mi cinturón! después de cinco años. ¿Qué puede haber imposible después de esto?
Así, termino el 2012 consciente de mis limitaciones; pero mi depresión y pesimismo iniciales han dado lugar a retos y esperanzas, de amar y ser amado, de asumir mi rol y ser respetado, de ser más eficiente en mi trabajo, un mejor administrador y mejor aún gestor. De ser feliz, desde adentro.
Laboralmente, fue el año de llegar a los límites y observar claramente cómo era sobrepasado por mis obligaciones, contratadas y adquiridas; por mis compromisos, mis proyectos y los requerimientos para ser compensado por mi labor. Me he sentido inútil, ineficiente, un caso más del Principio de Peter. Me queda claro que soy un pésimo administrador y un gestor ineficiente, como lo demuestra el estado de mis proyectos.
Por otra parte, me ha quedado claro que está en mis manos la posibilidad, por mínima que sea, de cambiar el destino dictado por mi constelación. Ha sido el año de quedar en paz con mis padres, de recoger mis monedas y estar en condiciones de luchar porque no se repita nuevamente el patrón familiar disfuncional al que tanto he temido en mi vida. El año de reafirmar algunas de mis buenas prácticas y de hacer algunos ajustes a las malas que han tenido buenos resultados; de observar que hago algunas cosas bien y otras muy bien. Llegué incluso a ¡bajar una talla en mi cinturón! después de cinco años. ¿Qué puede haber imposible después de esto?
Así, termino el 2012 consciente de mis limitaciones; pero mi depresión y pesimismo iniciales han dado lugar a retos y esperanzas, de amar y ser amado, de asumir mi rol y ser respetado, de ser más eficiente en mi trabajo, un mejor administrador y mejor aún gestor. De ser feliz, desde adentro.
Comentarios