Ir al contenido principal

Gatopato y Patogato

Érase una vez un gato
que se creía pato
y comenzo a patear.

Érase una vez un pato
que se creía gato
y comenzó a gatear.

Tanto pateo el gato
y tanto gateo el pato
que el gato perdió una pata
y el pato ganó una gata.

Por lo que hoy, de corazón,
gatopato y patogato son.


Imagen tomada de Deviantart.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Doña Nico

Este año ha comenzado y sigue su curso sin Doña Nico, una bella veracruzana que se quedó huérfana de padre y madre cuando era pequeña y trabajó duro desde entonces para ganarse el pan de cada día, mismo que repartió con gusto y amor a quien lo necesitara. Nicolasa Gamboa Vázquez nació allá por 1939 en una ranchería conocida como San Nicolás, cerca de Tlacotalpan, Veracruz. A su papá, Mateo Gamboa, lo mataron cuando ella era niña y su mamá murió meses después, al dar a luz, de modo que vivió el resto de su niñez y los primeros años de su juventud con su abuela, María Vázquez, ganándose la vida con su trabajo en casa y fuera de ella, a costa de su educación primaria. Con varios traumas que acarreó toda su vida —no sólo físicos, como su pierna recortada, sino de insignificancia por su pobreza y falta de educación— y sin modelos de padre y madre que seguir, hizo lo que pudo con nosotros, sus hijos. Nos dio lo que ella no tuvo y deseó: educación como única obligación, todo el tie

Ailin

Te mataron Ailin, te mataron con pistolas de violencia. Porque tu ser dijo que no a llevar de otro modo su existencia. Terminaron así tu corta vida. Acabaron de golpe con tus sueños. Eres héroe, Ailin. Bien merecida la protesta, la ovación, el duelo. Pues te mataron, Ailin. Te mataron.

La niña de mis ojos

 ¿Cuándo se romperá, si un día, el hechizo que anidado en nuestras frentes se mantiene, nutrido por aquello que la vida hizo con nosotros, bien al azar o adrede? ¿Será que volveremos a mirarnos con alegría en los ojos y los labios? ¿Cuándo podremos, finalmente, abrazarnos, libre el corazón de humores ácidos? Extraño tanto la niña de mis ojos, la mirada de ilusión que me ofrecía, el orgullo con el que a mi lado andaba. Le cuesta tanto creer que yo la amaba, que mi corazón de amor por ella ardía tanto como hoy se consume en sus enojos.