Incendio en el Bosque de la Primavera. |
Llevamos casi un día entero respirando humo, viendo su enorme columna levantarse en el occidente de la ciudad. Tenemos bomberos y voluntarios, ambos bien entrenados, combatiendo el fuego que se come vorazmente el Bosque de la Primavera y ataca como una fiera a quien se le interponga. Escuchamos en la noticia, una vez más, el rumor de que es un fuego provocado por “alguien” con intereses económicos sobre el Bosque, el pulmón de nuestra ciudad, que lo necesita deforestado para poder darle otro propósito. Un fenómeno que se repite año con año, como si obedeciera a un reloj gigantesco que decide, en esa dimensión alterna de las decisiones, que es tiempo de incendiar el Bosque e iniciar la fiesta del frenesí por apagar el fuego, por respirar entre los asmáticos, por pulular entre los cánceres de pulmón, por comentar en los medios, por especular, una vez más, entre la población en general.
De nada sirven los gobiernos de la ciudad y del estado ante este reloj implacable que, inexorablemente, ha dado la campanada que ha iniciado la fiesta de este año. De nada las tecnologías humanas (los sensores, los satélites, el Internet), ni las experiencias acumuladas en otras regiones del planeta, para identificar su mecanismo y detenerlo. Nos queda entonces solamente esperar a que ocurre eso que llamamos “milagro”, porque ocurre en esa dimensión inaccesible en la que el reloj de las decisiones mueve sus manecillas, y entonces el reloj se detenga. Quizás cuando el Bosque de la Primavera sea solamente el nombre de un parque más de la gran Zona Metropolitana.
Imagen tomada de Entorno Informativo.
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